“¿Dónde empiezan, después de todo, los derechos humanos universales? En pequeños lugares, cerca de casa -tan cercanos y tan pequeños que no pueden ser vistos en ningún mapa del mundo, y aun así, son el mundo de la persona individual.
Por MARCELO HONORES
Def. del Pueblo Adj. DD.HH. de la Provincia
“¿Dónde empiezan, después de todo, los derechos humanos universales? En pequeños lugares, cerca de casa -tan cercanos y tan pequeños que no pueden ser vistos en ningún mapa del mundo, y aun así, son el mundo de la persona individual. Tales son los lugares donde cada persona busca igualdad en justicia, oportunidades y dignidad para todos, sin discriminación. A menos que estos derechos tengan significado allí, no tendrán significado en ningún otro lugar”, decía Eleanor Roosevelt, impulsora de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Fue adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, y en ocasión de ella se celebra anualmente el Día Internacional de los Derechos Humanos. Tiene un profundo valor histórico: constituye el primer documento de alcance mundial donde se reconocen los derechos para todas las personas, sin importar la raza, el color, la religión, el sexo, el idioma, las opiniones políticas, el origen nacional, social, la posición económica, el lugar de nacimiento, ni ninguna otra condición.
Su Preámbulo resalta el ideal común de todas las naciones que se congregaron para su adopción. “Un mundo donde todos los seres humanos puedan vivir en dignidad, libres del temor y la miseria, la tiranía y la opresión. En sus artículos se reconoce el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad, a la igualdad ante la ley, a la protección de la familia, al asilo, a la libertad de pensamiento y religión, a la libertad de opinión y expresión; a no ser sometido a torturas o servidumbre, discriminación o injerencias arbitrarias en su vida privada.
Los valores que consagra son tan vitales hoy como lo fueron al momento de su redacción. Su carácter universal inspiró procesos normativos internacionales como también legislaciones al interior de los Estados, y mereció el reconocimiento de las naciones, en el entendimiento de que constituye un logro y a la vez una aspiración común a toda la “familia humana”.
Pero, en definitiva, ¿qué son los derechos humanos? Son aquellos inherentes a toda persona, que responden a la propia condición humana, sin importar ninguna condición. Por ello son universales, inalienables, irrenunciables, progresivos, indivisibles y tienen su razón de ser en la justicia, en la dignidad e igualdad de todos. Son producto de una lucha histórica y en constante evolución, que generan responsabilidades tanto hacia el Estado, como hacia cada persona.
Mucho camino falta por recorrer para que todas las personas puedan gozar de todos los derechos que les permitan vivir en dignidad, libres del temor y la miseria. Por ello debemos celebrar los derechos humanos. Pero su promoción y protección, en nuestra casa, en nuestros trabajos, en nuestra comunidad y en la sociedad, es una tarea que debemos emprender todos los días.
Def. del Pueblo Adj. DD.HH. de la Provincia
“¿Dónde empiezan, después de todo, los derechos humanos universales? En pequeños lugares, cerca de casa -tan cercanos y tan pequeños que no pueden ser vistos en ningún mapa del mundo, y aun así, son el mundo de la persona individual. Tales son los lugares donde cada persona busca igualdad en justicia, oportunidades y dignidad para todos, sin discriminación. A menos que estos derechos tengan significado allí, no tendrán significado en ningún otro lugar”, decía Eleanor Roosevelt, impulsora de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Fue adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, y en ocasión de ella se celebra anualmente el Día Internacional de los Derechos Humanos. Tiene un profundo valor histórico: constituye el primer documento de alcance mundial donde se reconocen los derechos para todas las personas, sin importar la raza, el color, la religión, el sexo, el idioma, las opiniones políticas, el origen nacional, social, la posición económica, el lugar de nacimiento, ni ninguna otra condición.
Su Preámbulo resalta el ideal común de todas las naciones que se congregaron para su adopción. “Un mundo donde todos los seres humanos puedan vivir en dignidad, libres del temor y la miseria, la tiranía y la opresión. En sus artículos se reconoce el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad, a la igualdad ante la ley, a la protección de la familia, al asilo, a la libertad de pensamiento y religión, a la libertad de opinión y expresión; a no ser sometido a torturas o servidumbre, discriminación o injerencias arbitrarias en su vida privada.
Los valores que consagra son tan vitales hoy como lo fueron al momento de su redacción. Su carácter universal inspiró procesos normativos internacionales como también legislaciones al interior de los Estados, y mereció el reconocimiento de las naciones, en el entendimiento de que constituye un logro y a la vez una aspiración común a toda la “familia humana”.
Pero, en definitiva, ¿qué son los derechos humanos? Son aquellos inherentes a toda persona, que responden a la propia condición humana, sin importar ninguna condición. Por ello son universales, inalienables, irrenunciables, progresivos, indivisibles y tienen su razón de ser en la justicia, en la dignidad e igualdad de todos. Son producto de una lucha histórica y en constante evolución, que generan responsabilidades tanto hacia el Estado, como hacia cada persona.
Mucho camino falta por recorrer para que todas las personas puedan gozar de todos los derechos que les permitan vivir en dignidad, libres del temor y la miseria. Por ello debemos celebrar los derechos humanos. Pero su promoción y protección, en nuestra casa, en nuestros trabajos, en nuestra comunidad y en la sociedad, es una tarea que debemos emprender todos los días.